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Jesús le había ordenado a sus discípulos que le tuvieran siempre lista una barca para evitar que el gentío lo oprimiera, 10 pues como había realizado muchas curaciones, todos los enfermos lo rodeaban tratando de tocarlo. 11 Cada vez que los endemoniados lo veían, caían de rodillas ante él gritando:

―¡Tú eres el Hijo de Dios!

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